ARQUÍMEDES, EL DE LA PALANCA

Arquímedes Sandemetrio Berdugo nunca contaba a nadie el por qué de su nombre. El Arquímedes Tal y Cual se llamó así porque su padre, al verle desnudo, recién nacido y percatarse del fenomenal atributo que presentaba -del mismo tamaño que el de un niño en edad de comulgar- dijo aquello de ”ahí tienes, Arquímedes, la palanca que mueve el mundo”. Se cogió el libro de familia, se metió en el bolsillo superior de la americana media docena de Farias y se marchó a inscribirlo en el Juzgado. Padres así, de eso orgullo, solo entra uno en la docena.
Cuando terminó la mili, en la que se presentó todas las noches voluntario para imaginaria por ver de ducharse en solitario, decidió que ya estaba bien de vergüenzas y, aprovechando el destape, se presentó en un casting (entonces se decía apartado, como en los toros) para gogó en un club de ambiente. No le dieron el papel porque no tenían taparrabos de su talla. Es una pena, le dijo el dueño del club, pero sin tanga no nos permiten actuar. El Arquímedes se marchó frustrado pero, al salir, uno de los clientes le chistó.
Chist, chist…
Dígame.
Es una pena que no le hayan dado el trabajo, cierto. Pero yo puedo ofrecerle a usted un negocio.
Usted dirá. Pero que conste que yo no hago nada ilegal. Lo mío es arte.
Ya, ya, le dijo el cliente. Ya he visto cuánto arte tiene usted. El caso es que me da la sensación que está usted un poco harto de tener que cargar a diario con todo eso.
Usted verá…
¿Ha pensado usted en ir a trabajar al extranjero? Allí no son tan pacatos con los asuntos del sexo y tendría usted un éxito increíble.
No me diga.
Si usted quiere yo podría ser su representante.
Pero es que yo no sé idiomas. Cómo podría yo decir el guión si no sé el idioma.
Eso es lo de m esos. Le aseguro que parar los guiones de estas películas es menos necesario el inglés que para poner voz a los simios de Gorilas en la niebla.
Pues oiga, si es así, podríamos probar. Además, estas películas, como no se venden en España no tendré problemas de que las vean en mi pueblo.
Ve usted. Si en este mundo del cine porno todo son buenas noticias.
Esa ha sido de siempre mi máxima: no hay mal que por bien no venga.
Al día siguiente tomaron el avión con destino Amsterdam y, una vez allí, el Arquímedes se enfrentó, por primera y única vez a las cámaras.
¿Es que no dio la talla?
Sí que la dio. Vamos que si la dio… Lo que ocurre es que, bisnes, que decía el representante del actor, es el bisnes y, a la noche, le administraron algo en el whisky y, al día siguiente amaneció el pobre Arquímedes en un garaje, sobre una cama y con un gotero clavado en él brazo. Al despertarse se sintió mareado y, en parte, raro, aunque no sabría bien por qué. Fue al intentar levantarse, para ir al baño, cuando se encontró con que había sido víctima de un transplante. El objeto de su nombre, que ya ni era palanca ni tan siquiera pata de cabra, sino un simple y sencillo adminículo de lo más vulgar crecía -es un decir- sobre el lugar donde estuvo aquel espléndido espectáculo.
¿Qué han hecho conmigo, le preguntó a una señora que entró en el garaje y que, pensó, sería la enfermera?
Lo siento, le dijo la señora, que era la mujer de la limpieza -una emigrante asturiana que estaba haciendo las Américas en Holanda- los señores se marcharon muy de mañana. Me dijo su representante que, cuando usted despierte, le cuente que le han hecho un transplante porque usted, lo que quería es ser actor en España y allí necesitaban una cosa más menuda. El Arquímedes miró hacia su operación y vio que aquello era el hermano pequeño, pero muy, muy pequeño de su antigua filiación.
Pero esto no puede ser, se quejó.
Me ha dicho su representante que le recuerde a usted su máxima: No hay mal que por bien no venga.

Una respuesta a “ARQUÍMEDES, EL DE LA PALANCA

  1. La Aguela

    Esto si que es, el eterno descontento del «ser» humano. Pero oiga, no hay mal que por bien no venga