INOCENCIO Y EL MITO DE ALCESTIS

No es fácil, no, ser eremita o santón en Madrid. Madrid no tiene cuevas, como esa de san Saturio en Soria o columnas donde auparse y sentarse en su cima como la de Simeón el Estilita. En Madrid se puede ser boticario de farmacia, como don Hilarión, o chispero, o manola, pero lo que es santón o eremita es prácticamente imposible. Madrid es una ciudad donde la mayoría de la personas no están vivas. Caminan, sí, pero lo hacen sonámbulas. Deambulan de un lado a otro, se mueven a una gran velocidad, como los hámsters en sus jaulas, pero lo hacen sin tino. Vamos, que miran pero no ven, caminan pero sin rumbo, respiran pero no aspiran.
Esta es la conclusión a la que llegó don Inocencio Casafuerte de Vicencio, ex embajador de España en las Islas Feroes mientras esperaba un nuevo destino donde servir a su patria. Su esposa, Cuquita, de soltera Esperanza Flordelys de Borbón Seis Sicilias, se ha hecho cargo de don Inocencio que sufre en silencio, como si fueran hemorroides, los desplantes del Ministerio de Asuntos Exteriores que, ahora, está en las manos de los enemigos del país. Él, que ha llevado el Instituto Cervantes a las selvas brasileñas -bien es cierto que para poco-, que ha defendido los intereses económicos de las inversiones en Katmandú -para cuando las haya- y ha enseñoreado el jamón ibérico de bellota en la tundra siberiana -donde solo se come tasajo de foca-, verse ahora así, como un parado o un mendicante de las colas del hambre le producía un dolor insoportable. Oye Patria mi aflicción… recitaba como un Espronceda cualquiera.
Mira Ino -la Cuquita le decía Ino en la intimidad del nido- así no puedes seguir. Tienes que salir a la calle, recuperar nuestras amistades. Todos me preguntan por ti en el club, y en el golf. Ayer, mismamente, en el brunch del Ritz el maitre me dijo que a ver cuándo podrían saludar al señor embajador personalmente. Todos quieren verte, y recuperar tus anécdotas en pro de España.
No puedo, Cuquita. No tengo fuerzas para salir a la calle. Tráeme tabaco, por favor. Y un mechero Bic electrónico, que no tengo fuerzas para girar la ruedecilla de los encendedores manuales.
La Cuquita bajó al estanco mientras el embajador se convertía, en sus delirios, en el héroe Admeto, condenado a muerte por las Parcas, pero que, gracias a la intermediación de Apolo recibe una nueva oportunidad: Admeto, o sea el embajador, puede rehuir la muerte si logra convencer a otra persona para que muera en su lugar. Ya no tengo madre o padre -sueña- a quien pedírselo. ¿Quién podría ofrecerse a morir en mi lugar? Mi hijo no; naturalmente. Él tiene que llevar a cabo mi ingente obra en pro de España. Mi secretaria tampoco querrá. Estos funcionarios no piensan más que en trienios, en sus vacaciones y en dormitar durante la jornada laboral. Menudos egoístas. Quizá Cuquita, como Alcestis, la esposa de Admeto. Las mujeres están hechas de otra pasta, más dura; quizá ella dé un paso al frente y se ofrezca voluntaria para morir por su mi, su marido. Duda; tal vez Cuquita acepte su ofrecimiento…, pero sin saberlo él Cuquita lo hecho sin querer. El destino ha querido que un camión cargado de urnas para las elecciones a la Comunidad Autónoma de Madrid, haya atropellado y convertido en un sello de correos a Cuquita quien, como Alcestis, muere y parte hacia el Hades.
Pero Heracles, convertido en sueño interrumpido saca a Alcestis -vamos, a Cuquita- del Hades y la devuelve triunfal a la tierra de los vivos, o sea a casa de Inocencio. Ella regresa a la vida e Inocencio, como Admeto, llora conmovido en el reencuentro con su mujer.
Perdóname, Cuquita, te he enviado al Hades como un mameluca, convertida en botones de esta desidia que me aplasta. Tú, mi futuro pluscuamperfecto convertida en botones, en chico de los recados, en cerillera de este viejo inútil roído por el desafecto patrio. Una Flordelys de Borbón Seis Sicilias, la verdadera marca España; la grandeza de España, convertida en chica de guardarropía, en cerillera de boite.
No te preocupes, Ino. Y levántate, verás como el mundo empieza a brillar de nuevo. Verás como todo comienza a parecerte, nuevamente, bello.
Tienes razón, Cuquita. Pon, por favor, la radio mientras me aseo…
Cuquita pone la radio en marcha y, en esos momentos, dan la notica del aumento de la pandemia, del envío de balas a los candidatos de las elecciones, de la bronca insufrible entre candidatos e Inocencio ya no aguanta más. Se despide de Cuquita dejándole una nota manuscrita sobre la mesilla que dice así:
Amantísima Cuquita. No puedo seguir viviendo en este país que maltrata a quien le sirve. No puedo arrastrarte conmigo a la vida de dejadez y miseria que voy a emprender. Apolo se equivocó dándome la oportunidad de volver a la vida y dejo esta consciente de su vacuidad. Emprendo una nueva vida como Simenón el Estilita y te dejo, para que tú procedas a tu mejor saber y entender, con las cosas mundanas que acumulamos a lo largo de la vida. Te quiere, tu Inocencio.
De dónde, o como, se marchó Inocencio nunca se supo ni en el club, ni en el golf, ni en el brunch del Ritz, pero según se dice en las cuevas que festonan el río Tajuña, alrededor de Morata, se escuchan de vez en cuando gritos que reclaman un Hades para España.

Una respuesta a “INOCENCIO Y EL MITO DE ALCESTIS

  1. La Aguela

    Bueno, bueno, ahora se atreve a meterse en terrenos Mitológicos, que valiente es Ud. Don Matías